Cuna de Tierra
La reacción ante dos fuerzas externas —el programa y el entorno natural— hacen de este proyecto una especie de respuesta inevitable. Por una parte, la aproximación al lugar a través de la tierra, la misma que alimenta las vides y colorea el paisaje, que es empleada en el sistema constructivo de tepetate colado. Por otra, la fragmentación del programa en volúmenes que corresponden a los pasos del proceso de elaboración del vino y su distribución, atendiendo al orden de las operaciones en este ciclo.
Esta discontinuidad permitiría en un futuro la adición de nuevos cuerpos, en caso de que el programa así lo requiriera. Juega, además, un papel fundamental en el comportamiento térmico y funcional del edificio, así como en el asoleamiento de las superficies, donde cada cuerpo se convierte en un generador de sombra para su contiguo. Por ello, en esta composición son tan importantes los llenos como los vacíos de los patios interiores y de las plazas entre volúmenes que, además de operar como patios de trabajo, permiten la iluminación y ventilación natural de los espacios interiores.
La necesidad de oscuridad para la correcta conservación del vino es un requisito determinante, por lo que esta relación de lleno y vacío se convierte en la razón de ser de este proyecto, cuya forma particular de vivir el espacio se da desde la experiencia de la intermitencia.
Dolores Hidalgo, Guanajuato, 2011
1,800 m2
Fotografías: Ignacio Urquiza / ESTUDIO URQUIZA Taller de fotografía